En la fenomenología husserliana, la
empiricidad contingente es elevada a una facticidad de orden superior mediante
su esencialización, en la ejecución de la llamada “reducción eidética”, y,
dentro de la culminación transcendental de dicha fenomenología, mediante su
desvelamiento como realidad constituida por el aporte intencional de la
conciencia que es efectivo en las vivencias particulares de la subjetividad. El
resultado es que no se llega a la auténtica facticidad en su radical
no-identidad con el pensamiento y en su radical no ser asimilable a este. La
alternativa que se presenta en la “Dialéctica negativa” de Adorno es el
esfuerzo dialéctico para llegar desde el pensamiento a su otredad, pero sin
acabar nunca de identificarlo con el propio pensamiento. Ese esfuerzo debe ser
mantenido irrenunciablemente, aunque se compruebe una y otra vez que está
condenado al fracaso. Estamos ante una dialéctica que se descubre como trágica.
Permanecer en la herida siempre abierta del fracaso de aprehender lo particular
contingente desde el pensamiento conceptual es la misión irrenunciable del
pensamiento. La facticidad nunca podrá ser identificada totalmente con el
pensamiento elevado a Idea absolutamente autoconsciente que comprende y asimila
todo lo dado como momento de su necesaria objetivación y que al hacerlo se
descubre a sí misma en todo lo objetivo. También se rechaza el expediente
hegeliano de descartar como no auténticamente real los restos de contingencia
particular no asimilable a pensamiento que puedan quedar en el reconocimiento
de la facticidad como pensamiento objetivado. Se reconoce la no-identidad de la
facticidad, pero el pensamiento sigue esforzándose por llegar hasta ella al
asumir su carácter dialectico negativo, no reconciliador, de estar abocado a lo
otro de sí sin poder reducirlo nunca enteramente a sí mismo. El concepto no se leva
nunca a Idea absolutamente autoconsciente que abarca todo lo real, pero
permanece esforzándose por pensar lo que no es él mismo. En este movimiento siempre fracasado pero
siempre mantenido del concepto, la dialéctica es fiel a su negatividad esencial
, a su esencia de mostrar la contradicción y pensar siempre desde ella, y no se
sacrifica a la afirmación que suprime la contradicción en la reconciliación
final.
La
facticidad de lo contingente particular aparece aquí como lo otro del
pensamiento pero que necesita de la tensión del pensamiento hacia ella para ser
mostrada en su verdadero ser. Esa contingencia particular es así mantenida en
su verdadero ser de materia aconceptual, existente con independencia del
concepto, pero no es rechazada como no real, ni asumida como apariencia
objetiva que es asumida y reconocida como momento necesario del desarrollo de
la Idea . La identidad de todo lo real en el pensamiento como Idea
absolutamente autoconsciente que recupera toda objetividad aparentemente
extraña al Sujeto portador del pensamiento absoluto en la Idea plenamente
autorrealizada y autoconsciente cede al paso a una dialéctica que se mantiene
constantemente en la contradicción entre el pensamiento y la materia que es
particularidad contingente no conceptual, pura facticidad, pero que necesita
del pensamiento para aparecer como tal.
Se
trata aquí de la más estricta coherencia y del máximo valor y decisión de una
dialéctica materialista y nominalista.
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