La mayor parte de la poesía actual es un
blablablá insustancial incapaz de transmitir ningún contenido superior
espiritual o vital, ninguna idea esencial. Puede que esta poesía tenga en
algunos casos algunos valores formales, pero todo se queda en ella en un
esteticismo banal basado en lo que podemos llamar un misterio de la
significación construido con imágenes absurdas que lo único que consiguen es
disimular la falta de referencias culturales superiores de los sedicentes
poetas. Si el prosaísmo acecha a una poesía basada en lo discursivo más que en
imágenes de sensorialidad ocurrente, esta poesía actual es una simple retórica
de lo absurdo que con la ambigüedad ingeniosa de las imágenes pretende aludir a
una profundidad “metafísica” de la que en realidad carece por completo. Y es esa sensorialidad misteriosa pero
insustancial en su esteticismo la que trata de compensar también la ausencia de
ritmo, que es el resultado del abandono de la métrica y rima, no una libertad del
verbo, que, en cualquier caso, si se logra, no sirve para nada y se queda en
algo meramente negativo, porque los sedicentes poetas actuales son incapaces de
transmitir significados espirituales que hagan de la poesía algo esencial y no
algo meramente decorativo para la vida no espiritual de ciertos snobs
culturales.
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