miércoles, 18 de mayo de 2016
MI COMUNISMO
Yo soy comunista económico pero no comunista político ni cultural porque creo que sobre la sociedad organizada económicamente según el lema "de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades", hay que imponer un Estado ético que discipline y encuadre a las masas y que también son necesarias instituciones "ideológicas" que eviten que el comunismo económico signifique el triunfo del materialismo y la definitiva conversión del mundo en un hormiguero humano. Pero como el comunismo económico es imposible de realizar hoy, dada la complejidad que ha alcanzado el sistema de poder-dinero, y como el Estado ético conlleva un peligro serio de "fascismo", creo que hay que asumir el liberalismo y buscar una alternativa personal privada al sistema que impide la realización social de lo humano auténtico.
miércoles, 11 de mayo de 2016
POLÉMICA EN TWITTER
Estoy otra vez enzarzado en una polémica con los cientificistas de Twitter. Los beocios y filisteos de ciencias me ponen de los nervios y me sublevan. Antes estaba acomplejado ante ellos, pero ahora no voy a consentir callarme ante la incultura de los que piensan que el saber instrumental de los ilotas intelectuales es necesario para conocer valores referentes a lo humano y tiene relevancia cultural y esencial humana. Bastante he tenido que sufrir en mi vida por culpa de los filisteos tecnocientíficos.
Mi animadversión contra el cientificismo y aun contra la misma ciencia tiene un origen psicológico en cierto resentimiento, pero con independencia de ese problema subjetivo hay un problema social y cultural gravísimo con el totalitarismo cientificista que objetivamente hay en la sociedad y hay que declararle la guerra a esa incultura tecnocientífica filistea.
Pero mis nervios se resienten y pierdo la tranquilidad de espíritu por culpa de esos beatos de un saber que no sabemos si no nos va a llevar a la destrucción de la Tierra, en colusión con el capitalismo, pero que hoy prácticamente todo el mundo reverencia y que es responsable de la muerte espiritual de tanta gente cuya educación científica y cientificista no le ha permitido profundizar en las humanidades o piensa por culpa de ella que tal cultura se reduce a lo literario-decorativo o por culpa de ella está abocada filosóficamente a un obtuso positivismo.
Mi animadversión contra el cientificismo y aun contra la misma ciencia tiene un origen psicológico en cierto resentimiento, pero con independencia de ese problema subjetivo hay un problema social y cultural gravísimo con el totalitarismo cientificista que objetivamente hay en la sociedad y hay que declararle la guerra a esa incultura tecnocientífica filistea.
Pero mis nervios se resienten y pierdo la tranquilidad de espíritu por culpa de esos beatos de un saber que no sabemos si no nos va a llevar a la destrucción de la Tierra, en colusión con el capitalismo, pero que hoy prácticamente todo el mundo reverencia y que es responsable de la muerte espiritual de tanta gente cuya educación científica y cientificista no le ha permitido profundizar en las humanidades o piensa por culpa de ella que tal cultura se reduce a lo literario-decorativo o por culpa de ella está abocada filosóficamente a un obtuso positivismo.
lunes, 2 de mayo de 2016
MÁS SOBRE FÚTBOL Y EL ATLETI
Me vuelve a pedir un amigo de Facebook un
comentario “genial” sobre el partido que mañana enfrenta a los bávaros del
Bayer con el Atleti, también llamado antiguamente el Pupas (aunque creo que
pronto se le podrá volver a llamar esto) o, según he descubierto recientemente,
el Pateti.
Efectivamente,
como buen neurótico tengo rasgos no geniales pero sí genialoides en mi
personalidad. En esto creo que me parezco a un bávaro egregio, el rey loco Luis
II de Baviera, protector y mecenas de Richard Wagner, el Maestro, que durante
una época fue acogido por el singular monarca de los Wittelsbach en la corte de
Munich.
Es
lamentable que hoy un país como Alemania, antaño conocido como país de poetas y
pensadores, sea hoy más conocido como potencia futbolística. Desde luego la
importancia cultural superior de Munich es más importante que la potencia
futbolística del Bayer. Munich, además de ser la ciudad de Luis II de Baviera y
la ciudad donde residió Wagner en una época de su vida, habiéndose estrenado
allí su obra “Tristán e Isolda”, es también la ciudad de otro gran músico,
Richard Strauss, autor de páginas bellísimas, y también la ciudad en la que
durante una época impartió sus lecciones el filósofo idealista Schelling,
cuando su pensamiento tomó un giro hacia un reaccionarismo religioso
profundísimo.
En
el Bayer creo que también jugó Beckenbauer, el futbolista favorito del filósofo
Heidegger. Es curioso que este autor en algunas de sus diatribas contra la
modernidad que se encuentran dispersas en su obra entre su filfa ontológica
profesoral pone el ejemplo del boxeador convertido en héroe popular como
manifestación de la decadencia cultural moderna, pero no habla del fútbol como
síntoma de esta decadencia, porque el fútbol le gustaba. Seguramente por
haberlo practicado en su época de interno de un colegio de jesuitas creo que junto
al lago Constanza.
Solo
me queda por decir que quiero que gane el Bayer porque este equipo se puede
asociar a Luis II, a Wagner, a Schelling, a Richard Strauss, a Heidegger…
mientras que el Atleti o Pateti solo se pude asociar al plebeyismo de la ribera
del Manzanares.
domingo, 1 de mayo de 2016
MAYO DEL 68: LA LUCHA NO CONTINÚA
Este artículo forma parte de mi libro autopublicado en megustaescribirlibros.com http://www.juangregorioalvarez.com/
Se ha querido ver en los últimos
movimientos más o menos revoltosos de los indignados y demás descontentos con
la oligarquía político-financiera que al parecer está en el origen de todos
nuestros males un renacer o un rebrote de los movimientos sesentayochistas.
Vamos aquí a tratar de defender que esta perspectiva es errónea. Aquello por lo
que se luchaba en el 68 cae fuera de la capacidad de imaginación y percepción
de posibilidades de los indignados y, en cierto modo, aquello a lo que éstos demuestran
aspirar con sus protestas está en contradicción con los objetivos políticos y
vitales últimos de los del 68. Por lo tanto, la lucha del 68 no continúa.
El
movimiento sesentayochista fue un movimiento ofensivo y utópico-revolucionario
por un socialismo no burocrático, compatible con un individualismo cultural
radical y pulsionalmente liberador. El movimiento de los actuales indignados es
un movimiento defensivo que no ve más allá del horizonte de un Estado de
Bienestar cuyo carácter “alienante” y radicalmente insuficiente de cara a una
auténtica emancipación antropológica fue debidamente denunciado por los del 68.
Las revueltas
en torno a este año supusieron una crisis radical de los partidos de izquierda
tradicional, cuya crítica fue enarbolada por los rebeldes, mientras que el
actual movimiento está siendo instrumentalizado por esos partidos de izquierda
tradicional.
En el 68 hubo
una crítica de la vida cotidiana bajo las condiciones del capitalismo, de la
tecnocracia, de la instrumentalización de la ciencia por el poder, de la
“alienación” (pido disculpas por emplear este académicamente devaluado término,
pero escribo con urgencia y para referirme a hechos concretos, no para presumir
de originalidad o escrupulosidad académica), del consumo de masas; en
definitiva, hubo una crítica de todo el sistema cultural burgués. Los actuales
rebeldes esto ni lo huelen.
El aspecto más
problemático del 68, el antiautoritarismo ácrata y la destrucción de una
cultura burguesa axiológicamente “clásica”, ya no aparece ahora; será porque,
desafortunadamente, ése fue el aspecto del 68 que triunfó, no su aspecto
utópico-revolucionario, y, por tanto, ya no hace falta luchar por él. Yo he
sido muy crítico con esta destrucción sesentayochista de la cultura
“clásico-burguesa” (véase el artículo anterior de este libro ) pero en todo
caso, entonces había una preocupación más o menos seria por los aspectos
culturales, que son temas clave en el capitalismo tardío, mientras que de lo
que ahora se trata es de conseguir más facilidades económicas para la
integración burguesa en el sistema establecido.
Intentaré, con
más tiempo y tranquilidad, prolongar estas reflexiones. De momento, remito a
los acertados párrafos que Carlos Granés dedica a los indignados al final de su
libro El puño invisible (2011,
Taurus), que concuerdan con lo dicho aquí sobre ellos.
MAYO DEL 68: UNA REVOLUCIÓN PEQUEÑOBURGUESA
Este artículo forma parte de mi libro automedicado con megustaescribirlibros.com ("Mis panfletos intelectuales") http://www.juangregorioalvarez.com/
Mayo del 68 representa el final simbólico de
lo que podemos llamar cultura “clásico-burguesa” y el inicio de una cultura
pequeñoburguesa de carácter hedonista, individualista, superficialmente ácrata
en las costumbres e instalada en una autocomplaciente “movida dionisiaca” que
es para las exigencias productivistas del capitalismo un “tigre de papel”.
La verbena de la Sorbona, como decía
Bergamín, no fue en ningún momento un intento serio de acabar con el poder del
Estado y el Capital, sino una juerga de estudiantes que expresaron
involuntariamente la necesidad objetiva para la expansión capitalista de acabar
con las últimas barreras normativas impuestas por una cultura burguesa
“humanista” y todavía con rasgos de “idealismo” axiológico tradicional.
El hedonismo y el individualismo, y
en las capas más intelectualizadas el rechazo de todo humanismo con contenidos
normativos universales, de las generaciones jóvenes actuales son consecuencia
directa de Mayo del 68. Pero se ha revelado como infundado el pesimismo
profético del sociólogo conservador norteamericano Daniel Bell, que creía ver
una contradicción, destructiva para el capitalismo, entre la generalización de
modos de vida bohemios y “dionisiacos”, que habrían pasado de ser exclusivos de
elites artísticas e intelectuales o seudointelectuales a ser un fenómeno de
masas sobre todo entre los jóvenes, y la necesidad capitalista de mantener
entre las amplias capas de la población productiva un rígido ascetismo
intramundano y una sacrificada ética del trabajo. Las locuras juveniles
cooperan en el aumento y la diversificación de la demanda consumidora que el
capitalismo necesita y no impiden que los jóvenes acaben integrándose en la
sociedad capitalista como perfectos pequeñoburgueses. Con razón les gritaba
Ionesco, el dramaturgo vanguardista, a los manifestantes del 68 cuando pasaban
debajo de su balcón: “¡Dentro de dos años seréis todos notarios!”.
Cuando los actuales estudiantes de
secundaria hacen el cabra en clase no están expresando una “despolitización”
que los diferencie definitivamente de sus antepasados de los sesenta, sino que están expresando el
mismo desprecio por la cultura normativa burguesa que animaba a los
“revolucionarios” del 68.Es hora ya de denunciar los penosos efectos de la
ideología antiautoritaria sesentayochista sobre el pensamiento pedagógico, que
renunció a lo que no puede renunciar: tener en cuenta el eje
“orden-jerarquía-disciplina” como condición de posibilidad inexcusable de todo
proyecto educativo serio.
El rechazo radical de la cultura
burguesa “clásica” por parte de los estudiantes del 68 estaba en total
contradicción con lo que habían sido las mejores y más lúcidas intenciones del
movimiento obrero revolucionario, expresadas así por Lenin: “El marxismo
consiguió su importancia histórico-mundial como ideología del proletariado por
el hecho de que no rechazaba en absoluto las conquistas más valiosas de la
época burguesa, sino que, por el contrario, se apropiaba y desarrollaba todo lo
valioso de la evolución del pensamiento y la cultura humana, de más de dos mil
años de antigüedad.” Salvar al “idealismo” burgués de su negación práctica por
las exigencias “nihilistas” de la expansión capitalista y poner las condiciones
materiales necesarias para que ese “idealismo” pudiera ser realizable en la
vida de todos, esa debería ser la finalidad perseguida por toda crítica
socialista del mundo burgués-capitalista, no la destrucción ácrata de la gran
cultura burguesa con sus ideales humanistas y de formación superior de la
personalidad, gran cultura burguesa contra la que siempre ha existido un
resentimiento pequeñoburgués potencialmente anarquista.
Como en todos los grandes
acontecimientos históricos, se dio en Mayo del 68 una diferencia entre el
ejercicio y la autorrepresentación de sus protagonistas, es decir, una cosa era
lo que los estudiantes estaban realizando objetivamente y otra cosa lo que se
creían ellos que estaban realizando, su autorrepresentación. La exigencia de
los estudiantes rebeldes de un saber “conectado con la vida” ha significado
irónicamente la culminación del imperio educativo de la tecnociencia y la
bancarrota definitiva de los estudios humanísticos, es decir, el triunfo de
algo contra lo que los estudiantes creían rebelarse, cuando en realidad con su
“vitalismo” y sus algaradas estaban ofreciendo al poder la oportunidad de hacer
las reformas educativas necesarias para asegurarlo: el triunfo de la
instrumentalización total del conocimiento por la sociedad capitalista.
Que Mayo del 68 significó la
manifestación externa de la descomposición de una cultura burguesa “clásica”
que hay que reivindicar y recuperar supone que estamos defendiendo aquí, en
contra del “antihumanismo”y el relativismo posmodernos, que existe una gran
tradición cultural burguesa que ofrece un contenido normativo universal,
referido a la formación superior de una personalidad auténtica, que no es un
simple “invento moderno” ni el acompañamiento humanístico sentimental del
imperio efectivo de la tecnociencia y de los negocios capitalistas. Ese
contenido normativo es el que produce una contradicción fructífera, si no
socialmente sí al menos en algunas vidas privadas, con las exigencias de la
razón instrumental productivista del capitalismo, no el cachondeo de la “movida
dionisiaca”.
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