Que la apelación a lo elemental y lo
sentimental como modo de oponerse a las construcciones filosóficas de la razón
sea un recurso de débil mental estamos dispuestos a admitirlo. Pero si la razón
es solo una facultad subjetiva que solo se presenta como privilegio psicológico
y no un orden objetivo con validez universal, la defensa de la razón se
convierte en una simple autoafirmación psicológica de los contingentemente
beneficiados por su posesión.
Si
la razón es una facultad subjetiva orientada exclusivamente a la
autoconservación natural que no puede ser investida con ningún valor que
convierta en deber-ser su preponderancia; si la razón es la capacidad de
alcanzar fines que no pueden ser propuestos por ella misma sino que vienen
dados por la facticidad natural del ser humano como ser biológico interesado de
manera no libre en su autoconservación y perpetuación, entonces preferir la
razón sobre la debilidad mental es un mero dato de la psicología natural humana
que no puede autojustificarse como preferencia decidible de manera autónoma por la propia razón como
instancia última de determinación de lo valioso en sí, con independencia de su
funcionalidad natural fáctica. Preferir la razón a la debilidad mental es una mera
cuestión de interés en la autoafirmación natural, sin que se pueda establecer
el superior valor absoluto de la razón.
La
razón sería solo inteligencia biológica y no estaría en condiciones de
demostrar su valor desde sí misma, autónomamente. No sería orden supremo del
ser, sino un instrumento de supervivencia cuyo valor no podría ser asentado
absolutamente desde sí misma. La inteligencia sería solo conducta exitosa, cuyo
valor sería siempre relativo a la suposición como valiosos de unos fines dados
a la razón misma por una naturaleza de la que ella no sería legisladora.
Para
evitar esta conclusión hizo Kant a la razón legisladora de la naturaleza a
través de las categorías del entendimiento (“Verstand”, entendido como una
facultad específica dentro del género común de la razón) y como productora de
una naturaleza suprasensible moral a
través de su uso práctico, causante directamente de la existencia de lo que
ella impone como actos universalmente debidos en sentido moral.
Pero
si la razón es solo utilidad y funcionalidad biológicas, podría aparecer lo
elemental y lo sentimental como medios de una verdad libre frente a la presión
natural de lo biológicamente conveniente.
La
razón es solo una facultad psicológica al servicio del éxito biológico, es
decir, algo carente de valor absoluto como principio de acción justificable
desde sí mismo. No es un orden objetivo de lo real que pueda llegar desde sí mismo
a una autoconciencia que lo justifique como poder valioso por sí mismo en
términos absolutos, no dependiente de su eficacia como medio para fines que él
no se da a sí mismo.
La
superioridad de la inteligencia sobre la debilidad mental es solo un valor
impuesto por la mayor eficacia biológica de la primera, no un dictamen
demostrable por la razón desde sus propios principios autónomos. En lo
elemental y sentimental podría haber, por tanto, una verdad ignota para la
razón pero dada a los simples y “pobres de espíritu”. No puede ser establecida
por la razón misma la conexión necesaria entre éxito biológico y verdad
objetiva última. El sentimiento y la intuición de lo elemental no pueden
tampoco demostrar como verdadero lo que ellos captan, y mucho menos hacerlo
aparecer como dotado de validez práctica universal. La decisión por lo
sentimental y lo elemental solo puede venir dada por una motivación pragmática,
no se puede presentar como verdad objetiva desinteresada la opción por esa
decisión.
Lo
elemental y lo sentimental no pueden autojustificarse como medios auténticos de
la verdad; la razón tampoco puede hacerlo en relación con sí misma. Pero optar
por lo elemental y lo sentimental queda
justificado para el sujeto que lo experimenta como valioso desde la experiencia
interior que posibilitan. Es decir, para el débil mental ellos son garantes de
la plenitud máxima que puede alcanzar su experiencia. El débil mental debe
sumergirse en lo elemental y sentimental, porque ello es lo único que le
garantiza la máxima experiencia de la
que él es capaz, y olvidar sus vanos
intentos de filosofar.