lunes, 19 de enero de 2015

REIVINDICACIÓN DE LO SENTIMENTAL Y LO ELEMENTAL HECHA POR UN DÉBIL MENTAL

Que la apelación a lo elemental y lo sentimental como modo de oponerse a las construcciones filosóficas de la razón sea un recurso de débil mental estamos dispuestos a admitirlo. Pero si la razón es solo una facultad subjetiva que solo se presenta como privilegio psicológico y no un orden objetivo con validez universal, la defensa de la razón se convierte en una simple autoafirmación psicológica de los contingentemente beneficiados por su posesión.
            Si la razón es una facultad subjetiva orientada exclusivamente a la autoconservación natural que no puede ser investida con ningún valor que convierta en deber-ser su preponderancia; si la razón es la capacidad de alcanzar fines que no pueden ser propuestos por ella misma sino que vienen dados por la facticidad natural del ser humano como ser biológico interesado de manera no libre en su autoconservación y perpetuación, entonces preferir la razón sobre la debilidad mental es un mero dato de la psicología natural humana que no puede autojustificarse como preferencia decidible  de manera autónoma por la propia razón como instancia última de determinación de lo valioso en sí, con independencia de su funcionalidad natural fáctica. Preferir la razón a la debilidad mental es una mera cuestión de interés en la autoafirmación natural, sin que se pueda establecer el superior valor absoluto de la razón.
            La razón sería solo inteligencia biológica y no estaría en condiciones de demostrar su valor desde sí misma, autónomamente. No sería orden supremo del ser, sino un instrumento de supervivencia cuyo valor no podría ser asentado absolutamente desde sí misma. La inteligencia sería solo conducta exitosa, cuyo valor sería siempre relativo a la suposición como valiosos de unos fines dados a la razón misma por una naturaleza de la que ella no sería legisladora.
            Para evitar esta conclusión hizo Kant a la razón legisladora de la naturaleza a través de las categorías del entendimiento (“Verstand”, entendido como una facultad específica dentro del género común de la razón) y como productora de una naturaleza suprasensible moral  a través de su uso práctico, causante directamente de la existencia de lo que ella impone como actos universalmente debidos en sentido moral.
            Pero si la razón es solo utilidad y funcionalidad biológicas, podría aparecer lo elemental y lo sentimental como medios de una verdad libre frente a la presión natural de lo biológicamente conveniente.
            La razón es solo una facultad psicológica al servicio del éxito biológico, es decir, algo carente de valor absoluto como principio de acción justificable desde sí mismo. No es un orden objetivo de lo real que pueda llegar desde sí mismo a una autoconciencia que lo justifique como poder valioso por sí mismo en términos absolutos, no dependiente de su eficacia como medio para fines que él no se da a sí mismo. 
            La superioridad de la inteligencia sobre la debilidad mental es solo un valor impuesto por la mayor eficacia biológica de la primera, no un dictamen demostrable por la razón desde sus propios principios autónomos. En lo elemental y sentimental podría haber, por tanto, una verdad ignota para la razón pero dada a los simples y “pobres de espíritu”. No puede ser establecida por la razón misma la conexión necesaria entre éxito biológico y verdad objetiva última. El sentimiento y la intuición de lo elemental no pueden tampoco demostrar como verdadero lo que ellos captan, y mucho menos hacerlo aparecer como dotado de validez práctica universal. La decisión por lo sentimental y lo elemental solo puede venir dada por una motivación pragmática, no se puede presentar como verdad objetiva desinteresada la opción por esa decisión.
            Lo elemental y lo sentimental no pueden autojustificarse como medios auténticos de la verdad; la razón tampoco puede hacerlo en relación con sí misma. Pero optar por lo elemental y lo sentimental  queda justificado para el sujeto que lo experimenta como valioso desde la experiencia interior que posibilitan. Es decir, para el débil mental ellos son garantes de la plenitud máxima que puede alcanzar su experiencia. El débil mental debe sumergirse en lo elemental y sentimental, porque ello es lo único que le garantiza la máxima  experiencia de la que él es capaz,  y olvidar sus vanos intentos de filosofar.