viernes, 26 de septiembre de 2014

A favor de creer y no saber

                                      A FAVOR DE CREER Y NO SABER


Para evitar el escollo "psicologista" de la vía de la inmanencia vital para llegar a la afirmación de lo sobrenatural es por lo que Zubiri insistió en que el método de la inmanencia debía tomar una dirección ontológica. (Véase X.Zubiri, En torno al problema de Dios,en "Naturaleza, Historia, Dios" pg.434, Alianza Editorial,  Madrid 1987)
La vía de la inmanencia de Blondel es la que defiende que la afirmación de Dios es una exigencia de la acción humana vista desde su interioridad. Su escollo "psicologista" consiste en que tal afirmación de Dios quedarse en producto de número deseo contingente del individuo que por sus condicionamientos psicológicos o sociales insiste en que debe haber Dios porque él así lo siente. Pero la transfiguración ontológica de este deseo, ¿ es suficiente para que la susodicha afirmación pase del plano de los sentimientos contingentes, condicionados psicológicamente -o también por la presión del origen social del individuo-, al plano de un supuesto "ser" del hombre que haría que Dios fuera una realidad con la que por nuestra constitución necesaria no podemos dejar de contar? En todo caso, si se demuestra que la "estructura" interna y necesaria de la acción humana exige la creencia en un Dios cuya única alternativa sería un nihilismo impotente, habríamos demostrado sólo la necesidad pragmática de esa creencia pero no su verdad objetiva. Tendríamos también la necesidad universal de tal creencia, el que su necesidad pragmática no depende de caracteres o tipos humanos sino que viene dada por el "ser" del hombre, pero no habríamos evitado la posibilidad de que esa creencia sea una ilusión universalmente necesaria. Podríamos estar en la posición nietzscheana según la cual el hombre necesita del error y la ilusión, o en la posición pragmatista en sentido lato según la cual debemos admitir como afirmable todo aquello que tenga favorables consecuencias para la acción olvidándonos de la búsqueda de la justificación epistémica que fundamente la verdad universal y objetiva.
La referencia a una universalidad de la especie humana en el caso de la necesidad de creer en Dios no nos salvaría de un "relativismo de la especie": la creencia en Dios sería pragmáticamente necesaria transculturalmente y tránsito psicológicamente pero siempre en relación a una constitución empírica de la especie humana cuya necesidad estría a aún por demostrar. El intento de salvar esta situación recurriendo a una necesidad que ya no sería meramente pragmática sino "ontológica" es un mero expediente de retórica profesoral que solo consiste en una diferencia de énfasis. La diferencia entre un plano "óntico" donde nos encontraríamos con la trivialidad psicológica, sociológica, pragmática, de historia  "vulgar", y un plano "ontológico" donde alcanzaríamos lo genuinamente y primeramente filosófico es el enésimo intentó filosófico de sacarse de la manga la conversión de lo que es empírico, real, particular, contingente, en necesidad no negable por cualquier molesto e inferior hecho de lo "meramente" empírico. Dar la categoría de esencialidad ontológica a cualquier enunciado de contenido sustancial sobre lo humano solo nos eleva a un grado superior de abstracción pero no puede pretender anular su origen empírico y por lo tanto su particularidad y contingencia. Afirmar esto supone oponerse a la pretensión de la fenomenología y sus derivados de poder ofrecer un "a priori material" sobre todo tipo de realidades "vividas". La universalidad y necesidad que da lo "a priori" solo puede hacer referencia a "lo formal" de toda objetividad dada. En esto lleva razón el formalismo kantiano. Pero lo formal es pura abstracción y no se puede convertir nunca en principio concreto de acción en el mundo.Para actuar necesitamos de la concreción de lo contingente, de lo perspectivístico, de lo que es particularidad emanada de nuestra psicología o sociología fácticas y no esencializables ni elevables de ninguna manera a necesidad ontológica. Com dice la gente, o cierta gente, "hay que creer en algo", pero la única manera de evitar que la creencia ( y esto vale para le creencia en Dios o para cualquier otro tipo de creencia política, cultural o ideológica en general) se disuelva en la conciencia de que es decisión arbitraria y voluntarista  es permanecer   inconscientemente en la creencia, rechazando toda reflexión sobre ella y actuando desde ella, negándose a cualquier exigencia de justificación. Para esto lo único que hace falta es seguir soñando, dejarse ir en el sueño, pues lo imposible es soñar sabiendo que se sueña, como creó que exigió Nietzsche en cierto momento, atrapado en su aporía entre su conciencia de un relativismo total y la certera convicción de que es necesario vivir con valores y creencias no sometidos a reflexión. Lo único que hay que hacer es echarse a dormir y soñar, haciendo oídos sordos a todo ruido filosófico, no querer soñar sabiendo que se sueña, es decir, no hay que creer pero estando lo suficientemente despierto para saber que toda creencia es injustificable como verdadera en universalidad y objetividad. Hay que creer olvidándose del significado, que es recordado y exigido por la filosofía, de lo universal, objetivo y necesario.

viernes, 19 de septiembre de 2014

UN TEXTO DE GEORGES SOREL

Aplicable a la actualidad. Por lo menos el primer párrafo.

"El sentimiento de rebelión que se da en las clases pobres cobrará con ello un tinte de atroz envidia. Nuestros diarios democráticos fomentan con mucha maña esa pasión, pensando que es el mejor medio de embrutecer a su clientela y de atraérsela; explotan los escándalos que surgen en la sociedad pudiente; arrastran a sus lectores a experimentar un placer salvaje en cuanto ven que la vergüenza penetra en los hogares de los grandes de la tierra. Con una imprudencia que a veces no deja de extrañar, pretender servir de ese modo la causa de la sutilísima moral que, según ellos, les importa tanto como el bienestar de las clases pobres, ¡y como su libertad!...Pero lo probable es que sus intereses sean los únicos móviles de sus acciones."

(...)

" No creo que existan otros medios apropiados para hacer que desaparezca esa influencia nefasta de los demagogos, más que los que el socialismo puede emplear propagando la noción de huelga general proletaria: el socialismo despierta en el fondo del alma un sentimiento de sublimidad proporcionado a las condiciones de una lucha gigantesca; hace que pase al último lugar la necesidad de satisfacer la envidia mediante la maldad; y hace que aparezca en primer lugar el orgullo del hombre libre, poniendo así al obrero al resguardo del charlatanismo de los jefes ambiciosos y ávidos de goces."

Georges Sorel, "Reflexiones sobre la violencia" (1905), Alianza Editorial (1976), pgs. 230-231

Lenin llamó a Sorel "confusionista", yo le llamó el ingeniero sublime.