No me considero marxista porque no creo que el capitalismo vaya a ser superado por ninguna revolución proletaria y porque creo que una sociedad humana auténticamente libre sería una sociedad no solo en la que se hubiera abolido el determinismo económico mediante la organización racional de la producción y la distribución sino además una sociedad en la que gracias a lo anterior se hubiera dejado lugar a la libertad del espíritu, y ello significaría que en ella también tendría que jugar un papel la tradición. Pero considero que Marx fue un gran pensador y una figura indiscutible de la historia de la filosofía, aunque a mí lo que más me interesa de él no es su idea de la lucha de clases, la crítica de la economía política burguesa o el materialismo histórico, sino su idea de juventud del final de la filosofía a través de su realización práctica.
domingo, 8 de junio de 2014
martes, 3 de junio de 2014
LA BODA DEL PRÍNCIPE (2004, escrito con motivo del casamiento del actual Príncipe y próximo Rey)
Si Dios no lo remedia, parece que en
España habrá algún día un rey llamado Ortiz de segundo apellido. Nuestro particular Príncipe burgués se casa
con una plebeya dedicada al periodismo, profesión antaño muy mal vista por la
buena sociedad.
Hay
que ser bruto y vulgar para, teniendo a su disposición a las herederas de las
grandes dinastías europeas (la de los Wittelsbach entre ellas), casarse con una
burguesa que me inclino a pensar que es más bien pequeña, aunque no sé si será
más bien grande; pero lo que no es, desde luego, es grande de España. La boda
del Príncipe significa que España va a ser representada institucionalmente
por un señor particular. Este matrimonio
es un reflejo más del triunfo social de la pequeña burguesía, que es
definitivamente la clase ganadora en la
lucha de clases de la historia.
Con toda seguridad esta boda será muy
popular, pues concuerda muy bien con el democratismo plebeyista, o democracia
frailuna como decía Menéndez- Pelayo, del reaccionarismo popular español, y con
el plebeyismo de la propia aristocracia nacional, denunciado ya por Ortega en
sus escritos sobre Goya.
Pero
que no nos hablen de modernizaciones, pues una monarquía no regida por su
propia tradición es un completo absurdo.
Y
que no nos vengan tampoco con la cursilada de la boda por amor, pues eso es un
invento pequeño-burgués cuyos benéficos efectos podemos comprobar en las
estadísticas de malos tratos conyugales y de número de divorcios.
Todo
matrimonio tiene que tener un fundamento objetivo, que en la mayoría de los
casos puede ser “simplemente” el proyecto de tener hijos y educarlos en un
determinado modelo de vida buena, pero que en la monarquía no puede ser otro
que el de preservar una sangre que por
no se qué oscuras razones(religiosas), ajenas desde luego a los fundamentos del
pensamiento demócrata-liberal, se considera que es superior a la del resto de
los mortales y está llamada a ostentar la dominación simbólica del poder
político. Pero si las testas coronadas ya no creen en sí mismas por qué vamos a
tener que creer los demás.
¿Y
qué pasa con el hecho de que “doña Leticia” tendrá, como todo burgués, quiéralo
o no reconocer, su propia ideología política (por lo que se dice de su “gran
cultura” y por su primer matrimonio con un profesor de instituto me temo que
puede pertenecer a la “pequeña progresía”, por mucho que ahora se santigüe
delante de la Santina), al no estar, según lo pensado por la ideología monárquica,
por encima de las divisiones políticas de la sociedad burguesa, como sí lo
estarían, según esta ideología, los miembros de la realeza? Los monárquicos de
corazón ¿van a sentirse representados por un rey que ha manifestado preferir
afectivamente una determinada ideología política?
Y
que conste que si el Rey y su hijo fueran personas “cultas” en lugar de ser
“deportistas” y tuvieran una corte de intelectuales y aristócratas sensibles
dedicados al mecenazgo yo sería el primer monárquico.
Como
bien dejó dicho Verlaine en un soneto , en Europa el último rey de verdad que
ha habido fue Luis II de Baviera (de la dinastía de los Wittelsbach), muerto en
1886 en extrañas circunstancias ,después de ser encerrado y psiquiatrizado por
sus ministros burgueses . Se puede honrar como rey a un espíritu sensible y
noble que quiere para sí y para su país una vida de belleza, más allá de las
mezquindades de la política burguesa, pero habría que preguntarse qué razones
hay para mantener como Jefe del Estado a un señor “deportista” y vividor.
Pero con independencia de preferencias
personales y tanto por la
irresponsabilidad dinástica de nuestros Borbones, como, sobre todo, por la
incompatibilidad objetiva esencial de la monarquía con las instituciones
liberales por las que nos dicen que nos regimos realmente, es hora de gritar,
como en otra memorable ocasión, “¡Delenda
est monarchia!”.
Febrero 2004
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