viernes, 21 de febrero de 2014

CONFESIÓN IDEOLÓGICA

                                       


Yo estoy a favor de un socialismo tradicionalista que rompa la cerviz del capitalismo mediante la colectivización de todos los medios de producción, pero que a la vez sirva para recuperar los valores morales, culturales y espirituales que el propio capitalismo, difundiendo los modos de vida consumistas, hedonistas e individualistas, ha echado a perder. Por tanto de un socialismo no materialista ni progresista y si se quiere reaccionario.
   No me considero izquierdista porque la izquierda actual es un liberal-progresismo que sólo busca llevar el hedonismo individualista a sus últimas consecuencias y carece por completo de referentes en valores espirituales superiores, valores que seguramente nunca ha tenido por su errónea consideración del materialismo filosófico como fuerza conducente a la revolución y la emancipación.
   Se trataría de destruir el capitalismo no para que el individuo pueda alcanzar la plena satisfacción instintiva y obtener su máximo bienestar hedonista, sino de crear una sociedad regida no por lo económico ( valores de lo útil y de lo agradable) sino por los valores vitales, y por encima de ellos, por los valores espirituales ( valores intelectuales, estéticos, morales y de lo sagrado).
   Para alcanzar esa sociedad la mera crítica economicista del capitalismo ( la crítica a su carácter explotador o de rapiña, y no digamos la crítica, hoy ya ridícula, del capitalismo por no desarrollar lo suficiente las fuerzas productivas) o su simple crítica moralizante como reino del engaño o del avasallamiento de "derechos" debe ser elevada a una crítica filosófico-antropológica de su esencia, a la crítica de que el capitalismo reduciendo la vida a funcionalidad productiva-consumidora impide que se desarrolle plena y auténticamente el carácter espiritual de la vida humana.
   Esto implicaría un cambio del sistema de necesidades que la propia hegemonía capitalista sobre el espíritu ha implantado en las masas. Significaría llegar a poder contar con unas masas que estuvieran de acuerdo en integrarse en un modo de producción socialista que, a cambio de la aportación de todos los capaces al trabajo socialmente necesario, ofreciera lo estrictamente imprescindible materialmente para que todos pudieran llevar una vida digna, pero que suprimiera todo el tiempo de trabajo destinado a la producción de las mercancías de consumo de las que pueden gozar las masas en el capitalismo desarrollado. Esto se haría para que reduciendo el tiempo de trabajo socialmente necesario a un mínimo la mayor parte de la jornada pudiera quedar libre para el desarrollo cultural y espiritual auténtico y serio de la persona.
   Como ese desarrollo no se realiza positivamente de una manera espontánea, habría que implantar un Estado ético y pedagógico que lo dirigiera, inculcando los valores superiores a las masas, que los han perdido de vista totalmente bajo el capitalismo.
   Pero como la propia implantación del socialismo, como condición del desarrollo espiritual, sería materialmente sumamente compleja y capaz de producir, dado el nivel de autonomía y de complejidad alcanzado por el sub-sistema del dinero, múltiples catástrofes económicas; y como la acción de un Estado ético y pedagógico correría el peligro de producir "fascismo", lo mejor es olvidarse de llevar, en el caso de que se tuviera la oportunidad, estas ideas a la práctica.
   Por lo tanto, ante el actual estado de decadencia y dominio de la barbarie del materialismo práctico más vulgar e inferior, lo mejor es buscar la salvación cultural privada encerrándose en la propia "torre de marfil" intelectual y espiritual. Eso es lo que yo trato de hacer. Refugiarme en mi "cultura" Pero debería también no acordarme ni de pasada del estado espiritual de las masas, que si lo padecen es porque ellas lo quieren y ellas se lo han buscado, y representa seguramente lo que se merecen por su naturaleza constante en la historia.