domingo, 29 de septiembre de 2013

¿ES "TRISTÁN E ISOLDA" UNA OBRA NIHILISTA?

Tristán e Isolda es mucho más que una obra basada en una historia amorosa adulterina. El conflicto entre la moral aristocrático-feudal que une a Tristán con su tío Marke y el amor que une fatalmente al primero con Isolda pertenece sólo a la superficie de su asunto dramático, pues estamos ante un drama musical donde se abre el abismo schopenhaueriano-budista de la redención en la Nada.
            La idea de Schopenhauer que está detrás de esta obra de Wagner es fácil de enunciar en su radicalidad metafísica: todo deseo, la voluntad de vivir, lleva al sufrimiento, no meramente a un sufrimiento psicológico contingente, sino a un sufrimiento necesariamente dado en el existir, más aun, constituyente del sentido esencial último del Ser. La salvación de ese sufrimiento sólo puede estar en la noche de la ausencia total de vida, en el hundimiento absoluto en la inconsciencia. La vida es, con necesidad metafísica inscrita en el fundamento de todo ser, dolor, y la única sabiduría soteriológica posible, salvadora del dolor, es una negación de la voluntad de vivir que lleve no a la autodestrucción, lo cual sería una manifestación de una voluntad de vivir no negada sino insatisfecha y por ello exacerbada, pero  que sí lleve a ver en el cese del vivir, de toda conciencia, la liberación suprema y absoluta.
            Pero en el Wagner de Tristán e Isolda se da la paradoja de que la conciencia de esta negatividad absoluta del existir que sólo puede ser salvada mediante el anonadamiento se produce no por el despertar de una actitud ascética o estético-contemplativa sino que se produce justamente en la exacerbación del amor-pasión. Los amantes, Tristán e Isolda, descubren que sólo encontrarán paz para su deseo en el aniquilamiento de su individualidad precisamente a través del máximo sentir del amor sexual. Su voluntad de anegarse en la noche del Ser no es resultado de una sabiduría metafísica que les haga optar por el ascetismo o por el aquietamiento del deseo en la contemplación estética, sino que justamente la intensificación del deseo es la que les hace descubrir el supremo carácter apetecible de la Nada.
            El mismo Wagner se dio cuenta de esta paradoja que convertía en Tristán e Isolda al amor en vía de dominación y superación de la voluntad de vivir. Según nos informa Manuel Cabada Castro en su recomendable libro Querer o no querer vivir. El debate entre Schopenhauer, Feuerbach, Wagner y Nietzsche sobre el sentido de la existencia humana existe un fragmento de carta de Wagner, probablemente del año 1957y destinada a Schopenhauer pero no enviada, en la que el Maestro  comunica su “intuición” personal de que existe “en la estructura del amor sexual una vía de salvación en relación con el autoconocimiento y la autosuperación de la voluntad”. Y en el Diario que Wagner llevó destinado a Mathilde Wessendock se habla de una “corrección” al sistema schopenhaueriano: “Se trata de indicar un camino de salvación, no conocido por ningún filósofo, tampoco por Schopenhauer, hacia el apaciguamiento perfecto de la voluntad por el amor, y no por el amor humano abstracto, sino por el amor que brota realmente del fundamento del amor sexual, es decir, de la atracción entre hombre y mujer”.
            El autor del libro citado ve en esta “corrección” hecha por Wagner a Schopenhauer un intento de hallar una síntesis entre la postura negacionista del deseo del autor de El mundo como voluntad y representación y la afirmación sensualista del amor mantenida por Feuerbach, autor bajo cuya influencia, como es sabido, estuvo Wagner antes de descubrir a Schopenhauer.
Merece la pena que nos detengamos brevemente  en la explicación que da Wagner, también en el mencionado Diario, para justificar su idea del amor como vía hacia la superación de la voluntad de vivir. Wagner habla de que en el amor se produciría “una elevación del entendimiento del individuo a órgano de conocimiento de la especie y por tanto de la voluntad misma, como cosa en sí”. Es decir, en el amor sexual exacerbado el afecto individual se llegaría a identificar con la voluntad de la especie y de esta manera esta voluntad llegaría a su plena autoconsciencia, lo que equivaldría a su pleno apaciguamiento. Al amar descubriríamos el deseo no como instancia psicológica egoísta sino como un impulso consustancial a la especie, y este descubrimiento, que significa un autoconocimiento del deseo, llevaría a su apaciguamiento, pues Wagner sigue aquí fiel a la idea de Schopenhauer de que el autoconocimiento del deseo equivale al dominio sobre el mismo. Al conocerse el carácter específico-universal del deseo en el amor se produce inmediatamente una liberación frente a él. Cuando los amantes descubren que su esencia es deseo insaciable llegan a la conclusión de que sólo el hundimiento en la inconsciencia podrá traer paz a su deseo.
            Por si quedara alguna duda sobre el hecho de que en Tristán e Isolda los amantes desean la aniquilación de su conciencia y el anegamiento en la noche del no-ser como única forma de hallar la paz para su deseo, ahí está el diálogo que se establece entre ellos al final del Act. II después de ser descubiertos por Melot:

                                           Tristán: A donde ahora parte Tristán,
                                                          ¿quieres seguirle tú, Isolde?
                                                            En el país en que Tristán piensa
                                                             No brilla la luz del sol:
                                                             es el oscuro
                                                             país nocturno
                                                             desde el que mi madre
                                                             me enviara,
                                                            
                                                         (…)
                                            Isolde: : (…)
                                                           ¿cómo huyera yo del país
                                                           que abarca el mundo todo?
                                                            Donde están la casa y  el hogar de Tristán
                                                            allí se hospedará Isolde;
                                                            ¡por donde ella lo siga,
                                                            fiel y propicia
                                                            muéstrale ahora a Isolde el camino!


             Sería una interpretación superficial pensar que este deseo de anegarse de los amantes viene dado por la presencia del “principio de realidad” representado por Marke frente al “principio de placer” de su amor. Los amantes han descubierto que el deseo es en sí mismo sufrimiento y que mientras exista “principio de individuación” deseo y máximo dolor son equivalentes. Como tratábamos de indicar antes, basándonos en el Diario de Wagner dedicado a Mathilde Wessendock, es la propia exacerbación del deseo del amor sexual lo que les hace darse cuenta de la necesidad de superar el mundo fenoménico donde rige el “principio de individuación” y llegar a la conclusión que Wagner y Schopenhauer comparten: la única salvación está en la Nada.
Estamos ante un completo nihilismo metafísico que pone el supremo valor en la Nada y el supremo disvalor en el Ser. Don Marcelino Menéndez Pelayo se percató de que este nihilismo se encontraba en Tristán e Isolda y no sólo una historia inmoral antimatrimonial, y así nos dice en Orígenes de la novela: “En Tomás [se refiere al autor de una de las versiones medievales de la historia] la parte trágica de la leyenda recobra su dolorosa eficacia, que en el arte místico-sensual de Wagner llega hasta los límites de la conmoción patológica: escollo inevitable en la profunda inmoralidad del asunto, que es, dicho sin ambages, no sólo la glorificación del amor adúltero y de la pasión rebelde  a toda ley divina y humana, sino la aniquilación de la voluntad y de la vida en el más torpe y funesto letargo, tanto más enervador cuanto más ideal se presenta”.

Hay que decir que en Wagner la idea de redención se dice de muchas maneras y que una de las más difíciles de compartir es la de Tristán e Isolda. Pero si la Nada es nuestro destino final, tal vez haya que irse acostumbrando a ver en ella el reino de la salvación, haciendo de la necesidad virtud.  

ALGUNAS COINCIDENCIAS IDEOLÓGICAS ENTRE HEIDEGGER Y LOS AUTORES TRADICIONALISTAS ULTRARREACCIONARIOS RENÉ GUÉNON Y JULIUS EVOLA

De entre la filfa ontológica profesoral de Heidegger (desarrollada en forma de vanguardismo ontológico, primero expresionista, en “Ser y Tiempo”, y luego “deshumanizado”) se pueden espigar algunos temas que también se encuentran, de manera ideológica explícita y cosmovisional concreta, en los autores tradicionalistas ultrarreaccionarios René Guénon y Julius Evola:


-Rechazo del humanismo como expresión de una hipertrofia de la subjetividad humana.

-Búsqueda de un pensar más esencial y originario que el filosófico.

-Dependencia de lo humano con respecto a poderes sobrehumanos (enmascarados como “Ser” en Heidegger)

-Fin de la modernidad por su hundimiento catastrófico y no por cambios histórico-sociales dirigidos por la voluntad humana.

-Carácter inesencial del conocimiento científico moderno.

-Modernidad como estado de “caída” que se hace visible en el modo de vida cotidiano
 de los hombres.

-La coincidencia en su significado político-espiritual entre “americanismo” y bolchevismo, lo que en Heidegger aparece como un mero añadido a su “filosofía primera” y en Evola como un tema ideológico central.

-“Serenidad” frente al mundo técnico en Heidegger y “cabalgar el tigre” en los momentos de máximo desarrollo de la modernidad en Evola.