miércoles, 15 de mayo de 2013

EL LIBRO "FILOSOFÍA DE LO MARAVILLOSO POSITIVO" (1889) DE ESTANISLAO SÁNCHEZ CALVO

Para los que quieran profundizar filosóficamente en el tema de lo paranormal, y no quedarse en un simple gusto sensacionalista o morboso por ello, es recomendable la lectura del libro “Filosofía de la maravilloso positivo” del filósofo avilesino del siglo XIX Estanislao Sánchez Calvo, no muy conocido en nuestros días pero que durante su existencia estuvo relacionado amistosamente con diversos profesores krausistas y gozó también de la amistad y el reconocimiento de Leopoldo Alas “Clarín”. Fue también Sánchez Calvo alcalde de Oviedo durante un corto periodo de tiempo. Sánchez Calvo parte de una concepción positivista, pero el suyo es un positivismo no mermado en sentido materialista reduccionista, sino que acoge como hechos dados, “positivos”, todos los recogidos y testimoniados por la experiencia espiritista y, en general, por la experiencia de lo que hoy llamamos lo paranormal. Todo el objetivo de su libro es la lucha contra lo que él llama un “positivismo insuficiente”, al que Sánchez Calvo alude en la dedicatoria de otra de sus obras, “La elección de Fe en el Mundo Moderno”, a Leopoldo Alas “Clarín”. Este “positivismo insuficiente” se complementaría polémicamente en la España de la época con el “dogmatismo improbable” de los clericales, dogmatismo al que Sánchez Calvo tampoco está dispuesto a sucumbir. Sánchez Calvo considera que lo maravilloso es lo “misterioso admirable”, definición ésta que recuerda a la que el eminente filósofo de la religión Rudolf Otto daba de lo “numinoso”, considerado por él como núcleo irracional cuya experiencia está presente en todo auténtico sentir religioso: el misterio tremendo y fascinante. En los primeros capítulos de la obra, los de contenido más filosófico junto a los de la conclusión y el dedicado a hacer la crítica del libre albedrío, Sánchez Calvo trata de mostrar que lo maravilloso es algo que también se encuentra en el corazón mismo de los fenómenos naturales estudiados por la ciencia “normal”, pues la razón última de la asociación de los fenómenos, como ya había adelantado el escepticismo de Hume, permanece desconocida para la ciencia, y a partir de aquí aventura una imagen de la naturaleza radicalmente antimaterialista, tanto como la del obispo Berkeley, llegando a afirmar que en la naturaleza no hay materia sino sólo fuerzas, y de aquí, en un salto mortal, concluye que la fuerza tiene que responder a una Voluntad consciente de sí misma, aunque permanezca inconsciente para los sujetos humanos, noción ésta que, como veremos, será fundamental para su explicación de lo maravilloso o paranormal. En la segunda parte del libro, titulada “Lo maravilloso en los estados anormales del organismo humano”, Sánchez Calvo hace un repaso de múltiples casos de lo que hoy llamamos paranormal, dedicando capítulos enteros a fenómenos como la hipnosis y la sugestión, la transmisión del pensamiento, la adivinación el presentimiento y las apariciones. Los casos relatados y examinados están por lo general extraídos de las obras de historiadores antiguos culturalmente respetados o provienen de testimonios de modernos investigadores de la naturaleza o escritores que también gozan de reputación culta. Sanchez Calvo se enfrenta con la opinión humanista –que es la que verdaderamente se encuentra detrás del escepticismo ilustrado, más que los argumentos científicos o cientificistas –de que es necesario que exista un santo horror a lo sobrenatural porque la funesta creencia en ello ha dado lugar a un sinfín de crímenes, locuras y errores. Argumenta el Solitario de Avilés, como también es llamado nuestro autor, que creencias de todo tipo han dado lugar a lo mismo y nos dice además, situándose frente al utilitarismo, que lo que importa no es la cuestión de la utilidad de la creencia sino su verdad o falsedad con independencia de sus consecuencias. Hay que decir que Sánchez Calvo, para explicar el condicionamiento natural de fenómenos cuya positividad es innegable para él, como los de la transmisión del pensamiento, recurre a una hipótesis completamente corriente en la Física de su tiempo, pero que posteriormente fue descartada por la Teoría de la Relatividad de Einstein: la hipótesis del éter. Pero Sánchez Calvo insiste una y otra vez en su libro en que hay que distinguir las condiciones naturales de lo maravilloso y su verdadera causa y está causa es puesta por él en lo Inconsciente. Pero no está hablando con esto de un inconsciente pulsional individual como el de Freud, sino de un Inconsciente universal que es al mismo tiempo Inteligencia, Voluntad e Idea. A diferencia de la Voluntad de Schopenhauer y Eduard von Hartmann, el Inconsciente de Sánchez Calvo no es conocido por los sujetos humanos, pero sí tiene conocimiento de sí mismo y además, y en esto nuestro autor sí sigue en cierto modo ciertos aspectos de la filosofía de von Hartmann, es un Inconsciente que se asimila a la Idea, que es también Inteligencia y, por tanto, dirige providencialmente a la Naturaleza y la Humanidad. Este inconsciente idealizado y también divinizado, pues Sánchez Calvo lo identifica también con Dios, produce una sugestión universal que es la responsable no sólo de los fenómenos maravillosos sino de la creencia “normal” en una realidad externa de naturaleza material. A su vez esta Idea o Inconsciente puede estar bajo la sugestión de una Idea de superior nivel, con lo que Sánchez Calvo propone la hipótesis de la pluralidad de universos. El profesor Gustavo Bueno Martínez, feroz materialista filosófico, ha dicho sin embargo estas palabras en defensa del Solitario de Avilés: “La obra de Sánchez Calvo es de una actualidad extraordinaria, en cuanto cuestiona el fundamentalismo científico. Y quien se escandalice de su construcción idealista tendría que escandalizarse también de muchos ilustrísimos físicos, como Eddington, F. J. Tipler, en su caso Bertrand Russell, y otros, porque mantienen posiciones más hiperidealistas que las de Sánchez Calvo”. Bibliografía Estanislao Sánchez Calvo: “Filosofía de lo maravilloso positivo” Libros del Pexe, 1997