miércoles, 2 de enero de 2013

FRAGMENTO PARA EL PROYECTO DE UN TRATADO SOBRE EL AMOR COMO IDEOLOGÍA Y COMO VERDAD ANTROPOLÓGICA

Este tratado (si alguna vez se realizara, cosa que dudo mucho) estaría dedicado a las mujeres que he amado en mi vida (ideológicamente o con verdad personal). Amar a alguien significa querer plenificar humanamente su existencia, querer llevar su existencia a su grado máximo posible de plenitud humana. Pero esta planificación, para que ella alcanzara su efectividad práctica y no se quedara en un mero deseo sentimental, requeriría grandes transformaciones sociales y políticas, requeriría una “polis” organizada para la consecución del fin del desarrollo humano pleno individual. La esencial dimensión pedagógica del amor conduce necesariamente a su resolución política. El gran valedor filosófico del Eros pedagógico, Platón, fue al mismo tiempo el gran teorizador de la “polis” como lugar de la educación del hombre. Pero en la política de Platón el objetivo de la plenificación individual queda subordinado a la consecución de la estabilidad y armonía del todo de la “polis”, dentro de la cual la realización humana plena queda reservada para la clase de los gobernantes-filósofos. Por la naturaleza de la que están hechos, la mayoría de los hombres sólo pueden alcanzar su máxima realización como hombres si colaboran en la estabilidad justa de la “polis” y no pueden desarrollar en sí mismos como individuos las máximas posibilidades humanas, relativas a la educación que permite pasar de lo sensible a lo inteligible y convertir a esto último en principio rector de vida. Sólo siendo una pieza de la armonía en el funcionamiento justo del todo, relativo a que cada cual ocupe el puesto que le corresponde según su naturaleza, pueden la mayoría de los hombres alcanzar el máximo de realización humana posible para ellos. La “polis” no es ya entonces el lugar de la realización humana individual sino el reflejo como totalidad de la armonía inteligible del llamado “mundo de las ideas”, el mundo de los modelos inteligibles puros de la verdad. Lo que puede ser llevado a su plenitud de realización no es el individuo común sino sólo la colectividad donde cada individuo debe ser una pieza justamente colocada de una realización de lo humano que se efectúa por encima del plano de los individuos, en la colectividad en su justo funcionamiento. Con todo esto, la función pedagógica del amor quedará reservada para el proceso de selección y educación de los gobernantes-filósofos y en el resto de los hombres el amor quedará limitado a su función meramente genésica. La dimensión política del amor, hecha necesaria por su sentido pedagógico, no es para todos sino sólo para aquéllos que por su superior naturaleza están destinados al gobierno de la “polis”. Pero con independencia de Platón, y dado que la realización política de una sociedad hecha racional en el sentido de su organización para el desarrollo de las facultades humanas superiores significaría una intervención sobre el orden social y sobre la misma naturaleza de los hombres que no sería sino una forma más de la infatuación y de la “hybris” de la razón que produce consecuencias históricas catastróficas –como de hecho ya ha sucedido históricamente y tal y como nos está vedado éticamente volver a intentar con nuevos experimentos -,entonces tenemos que preguntarnos por la posibilidad de que por el amor podamos hacer algo por la realización humana de la persona amada haciendo abstracción de la necesidad última de que tal realización fuera alcanzada por medios políticos. Toda consideración del amor, que aun dejando aparte lo político, no ofrezca el punto de vista de lo pedagógico se limita exclusivamente al terreno animal instintivo. Querer a partir de ese arraigo de todo amor no pedagógico en lo animal instintivo elaborar una teoría del amor como realidad antropológica fundamental, ya sea por vía de la retórica fenomenológica del “modo de darse” la alteridad humana o por la vía de la concreción sensual de un materialismo enemigo de abstracciones y proyecciones filosóficas o teológicas, es pura ideología filosófica, es decir, idealización encubridora de una pura realidad psicológica animal que debe se dejada a la esfera de las contingencias vitales libres de toda teorización o de toda pretensión normativa de toda pretendida filosofía de la vida. Pero además, y aumentando con esto el alejamiento con respecto a Platón, la elevación pedagógica de la persona amada a un mundo superior puede ser concebida no como elevación al mundo de la idealidad en el sentido de lo universal y necesario subsistente con independencia y primacía ontológica sobre lo empírico-particular-contingente, sino como una más modesta elevación a la cultura entendida en sentido sofístico y perspectivístico y no en el sentido filosófico-científico del mundo de la verdad ideal normativa ontológicamente sobre lo empírico.